En el ámbito de los gobiernos locales la participación ciudadana es siempre un tema difícil. En nuestra sociedad, como una democracia en plena construcción, aún no se alcanza a definir el contenido efectivo de la participación de los ciudadanos en los temas públicos. Por un lado, hay gobiernos a los que les gustaría que la participación fuera masiva, y a cuyas convocatorias pueda acudir el pueblo completo, contando con plazas llenas a rebosar; existen también los casos donde la participación ciudadana es entendida como el aplauso inmediato y gratuito a las iniciativas del presidente municipal. En estos casos es claro que no se entiende que la participación ciudadana es más que eso. En una democracia deliberativa, la discusión, la queja, el reclamo, etc., son parte esencial de la participación ciudadana y lo que padecemos es la falta de espacios adecuados para este encuentro entre gobiernos y ciudadanos. No hay procesos, no hay metodologías, no hay instrumentos adecuados; por lo general la oficina de participación ciudadana es el lugar más alejado y obscuro del edificio municipal, en claro contraste con el Salón de Cabildos qué suele ser el espacio más grande, el más luminoso, el mejor acondicionado, fiel reflejo de cómo se entienden las relaciones de poder en el ámbito local.
Entonces, sin llegar a definir de manera exacta la participación ciudadana, podemos considerar que una perspectiva muy interesante tiene relación con los grupos de interés diversos que conviven en el espacio de nuestras ciudades y municipios. Hay que entender que no todos los ciudadanos son idénticos. Una de las mejores interpretaciones sobre la participación es concebir que los ciudadanos tienen intereses y que estos intereses específicos se generan por los motivos más diversos. En la ciudad hay hombres, mujeres, jóvenes, adultos mayores, niñas y niños qué tendrán demandas especiales e interés en participar; así como hay grupos económicos diversos, empresarios locales, empresarios transnacionales; pequeños, medianos y grandes; organizaciones de la sociedad civil de los temas más diversos, culturales, construcción democrática, solicitantes de obra pública, solicitantes de transparencia de la información, solicitantes de subsidios, defensores del medio ambiente e incluso grupos de voluntarios, los amigos de un monumento local, los amigos de una de una colonia, los amigos de perros, gatos, etcétera. Los grupos de interés existen en el espacio municipal y de la ciudad y es necesario generar una política efectiva de participación ciudadana a fin de atender esta diversidad.
En el tema concreto de la cooperación internacional descentralizada, la historia de algunos hermanamientos de diversas ciudades se relaciona con grupos de interés ciudadano que se vuelven amigos de otra ciudad. Amigos de la ciudad hermana por motivos de migración, por referencias históricas; o bien, a partir la paradiplomacia universitaria, entre otros. La existencia de estos grupos se vuelven un elemento esencial para la trascendencia del hermanamiento, pero también suele suceder que estos grupos, una vez logrado su objetivo, el hermanamiento, se desactivan. Aquí la importancia de construir los Comités de Ciudades Hermanas, a partir de los grupos de interés, dentro de la política internacional del gobierno local, además de promover una política de participación ciudadana. La idea es sumar acciones de diversos actores locales para mantener e instrumentalizar los Acuerdos de Hermanamiento (AH) en políticas públicas que ayuden a la ciudad, que la promueva en el exterior, que generen apoyos y que sea el espacio de intercambio de saberes entre los ciudadanos e incluso generar una política de visitas, no limitada a los miembros de los gobiernos.
Dr. Fernando Díaz Pérez Profesor Investigador
Departamento de Gestión Pública
Universidad de Guanajuato
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