Por: José Merced Durán Hernández
El instrumento técnico – político al que llamamos hermanamiento se presenta como una forma de paradiplomacia para aumentar las capacidades a nivel internacional bajo el ejercicio de un vínculo entre ciudades, sin embargo, ¿cuál es la línea por la que debe pasar una intención para convertirse en un propósito de un acuerdo de hermanamiento?
En México, el 40% de estos acuerdos enlazan a ciudades mexicanas con Norteamérica, principalmente con Estados Unidos que concentra 325. En segundo lugar, se encuentra América Latina con 24% de los convenios, y finalmente, Europa con una preferencia de 23%. El interés para la creación de estos vínculos estriba en cuatro categorías según Juan Carlos Luna, ex Director General de Enlace Político de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, y Humberto Ballesteros, ex Director de Vinculación Política de la Cancillería. Estas cuatro categorías son:
1.Motivaciones Históricas/Culturales: cuando las regiones o ciudades se encuentran hermanadas por vínculos afectivos desarrollados en el pasado.
2. Motivaciones Sociales: cuando las regiones o ciudades se hermanan por contar con una liga en términos de algún fenómeno comunitario, así como por el deseo de facilitar algún tipo de beneficio en tales situaciones.
3. Motivaciones Económicas: cuando las regiones o ciudades entablan hermanamientos para contar con vínculos comerciales que les reditúen en esa esfera de acción.
4. Motivaciones de Conveniencia Estratégica: cuando las regiones o ciudades se hermanan como una necesidad de establecer esquemas de cooperación de diversa índole, a partir de las circunstancias específicas de cada comunidad.
Bajo esta perspectiva es que en la actualidad se llevan a cabo acuerdos de hermanamiento, que claramente en los últimos años han tenido mayor presencia en la internacionalización de los municipios, no obstante, para el caso mexicano la actividad de hermanamientos está concentrada al 40% en cinco estados de la república: Jalisco (119), Nuevo León (72), Distrito Federal (61), Estado de México (62) y Veracruz (52), donde la dinámica que más motiva a este ejercicio es de índole económica y con una tendencia a regionalizar los vínculos, por ejemplo estados del norte con EU y estados del sur con América Latina, lo cual podría parecer lógico al principio, pero, si tomamos en cuenta el factor de la internacionalización de las ciudades, podremos preguntarnos ¿cuál está siendo el propósito del hermanamiento? ¿es únicamente el beneficio económico lo necesario para generar resultados dentro de la sociedad?
Siguiendo con esta línea, el éxito de los hermanamientos está vinculado a la capacidad de generar soluciones y verdaderas herramientas en cada uno de los ámbitos de impacto de un hermanamiento, por lo que, voltear a ver la oportunidad de desarrollo como propósito depositado en estos acuerdos resulta interesante, indispensablemente ahora que se vive una etapa difícil a causa del covid-19.
Llevar a cabo lo anterior, debe partir con la comprensión de la instrumentación de los hermanamientos en una definición correcta del desarrollo, además de la tradicional visión unitaria de la colaboración estrictamente económica, para que, de esta forma, se formen capacidades para la administración pública en la búsqueda de las mejores alternativas para llevar a la sociedad políticas de bienestar.
Se debe reconocer de igual manera que, los acuerdos de hermanamiento no son un instrumento de emulación, porque lo cierto es que el contexto genera variables diferentes en cada región, así como las herramientas de alcance para resolverlas. De esta forma es que la propuesta es lograr un desarrollo basado en un enfoque territorial y de las capacidades humanas, que abra espacios de comunicación entre regiones con desventajas estructurales fundadas en el propio sistema.
Por último, al cambiar la perspectiva económica y en ocasiones asistencialista de los hermanamientos para el caso mexicano, podremos voltear a ver otras regiones del mundo con quienes a nivel nacional y subnacional podemos tener similitudes y propósitos unísonos, a la par de una colaboración constante de la ciudadanía dentro de las relaciones sociales y culturales en un ejercicio abierto de democracia.
José Merced Durán Hernández
Licenciatura en Administración Pública
Universidad de Guanajuato
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