Por: Cuauhtémoc Ochoa Tinoco
La cultura se ha convertido en un eje central del desarrollo de las sociedades. En décadas recientes se ha observado un creciente interés en el tema por parte de grupos académicos, organismos internacionales, organizaciones de la sociedad civil y corporaciones multinacionales; sin embargo, no ha logrado situarse como un aspecto sustancial en la consecución del desarrollo de las sociedades contemporáneas. Los gobiernos la han incorporado en el discurso y, en ocasiones, en el marco normativo, empero la realidad dista mucho de los objetivos y fines que ellos mismos han establecido. Aunque en las agendas nacionales, en el debate social y en las decisiones gubernamentales lo cultural comienza a tener mayor presencia, en la escala local no ha logrado posicionarse como una dimensión estratégica del desarrollo.
Lo cultural debe considerarse tanto en términos de campo de acción estructurado (sector cultural) como la producción de sentidos al nivel de las relaciones cotidianas (modos de vida). Ambas facetas son necesarias para entender ciertas dinámicas de las sociedades locales y orientar o definir las acciones de los actores culturales y de la población con respecto a la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios culturales en el nivel local, nacional o mundial. En este sentido las políticas culturales se han convertido en las herramientas con las que cuentan los gobiernos municipales para intervenir o participar en este campo con el fin de que su gestión generé beneficios económicos, sociales, ambientales y hasta políticos.
Si bien la cultura es una dimensión que atraviesa el conjunto de la vida social aparece como un campo específico de acción con su propia densidad y autonomía, por ello es importante valorarla en su complejidad y amplitud y no encasillarla en determinadas actividades y marcos de referencia tradicionales que en nada contribuyen a comprender las potencialidades que tiene en la construcción de sociedades más justas, igualitarias cohesionadas, con crecimiento económico y bienestar social.
En términos concretos cuando hablamos del sector cultural nos estamos refiriendo a una diversidad de rubros, temas y prácticas como políticas culturales, industrias culturales o creativas, patrimonio cultural, educación artística, turismo cultural, cultura comunitaria y popular, gestión y animación cultural, diplomacia cultural, infraestructura y equipamientos culturales entre otros más. Como observamos, al ser un campo especializado requiere de la profesionalización de los actores, una estructura y organización económica particular, políticas públicas precisas y actualizadas, sistemas educativos abiertos y flexibles, comunidades organizadas, activas y demandantes, soportes materiales y virtuales para el desenvolvimiento del sistema de producción cultural.
Hoy en día es indispensable darle a la cultura un espacio relevante en la agenda pública, no sólo por las contribuciones económicas que pueda proveer, sino por los beneficios que se obtienen de su integración a las políticas de desarrollo local como la ampliación de las ofertas de bienes y servicios culturales para la población, la consolidación de los sistemas de producción cultural local, el fomento de la creatividad y la diversidad social, el afianzamiento de comunidades culturales y artísticas, el reforzamiento de las identidades culturales, la protección y promoción del patrimonio material, inmaterial y ambiental, el fortalecimiento de la cohesión social, entre otros. Valgan estas líneas para repensar de otra manera la relación entre cultural, desarrollo y bienestar social.
Cuauhtémoc Ochoa Tinoco
Profesor investigador de la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana, Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
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